La doctora Naiara Fernández, médico geriatra de IMQ Igurco, asegura que la crisis sanitaria ha puesto en riesgo la cobertura de sus necesidades fisiológicas, clínicas, funcionales y psicosociales
Según datos del Eustat de 2019, más de 28.000 personas mayores de 85 años viven en solas en Euskadi. Este grupo etario está considerado de alto riesgo de mortalidad en caso por el SARS-CoV-2, por lo que se vio severamente afectado por las restricciones de la movilidad establecidas en los meses de marzo, abril y mayo, “hecho que ha condicionado un impacto negativo en la salud física y emocional de los mayores con más edad, habiendo puesto en riesgo la cobertura de sus necesidades fisiológicas (acceso a alimentos y su preparación), clínicas (valoraciones médicas presenciales), funcionales (dificultad para actividad física en el propio domicilio con pérdida funcional secundaria) y psicosociales (afectividad, reconocimiento y autorrealización)”, señala la doctora Naiara Fernández, médico geriatra de IMQ Igurco.
Según indica la médica, “han sido muchas las personas mayores que han fallecido a consecuencia de la Covid-19, pérdidas sufridas también por su entorno más cercano, condicionando un aumento de la percepción de soledad de aquellos que han visto cómo su red familiar o de apoyo social, se veía diezmada”. De hecho, esta incidencia junto con el miedo por el propio contagio ha propiciado la aparición de trastornos por ansiedad y depresión, “así como un probable deterioro de las capacidades cognitivas, máxime cuando ya existe un diagnóstico de enfermedad neurodegenerativa (demencia)”, indica Fernández.
La médica geriatra de IMQ Igurco advierte de que la percepción de soledad en las personas mayores puede provocar “un aumento de la posibilidad de sufrir accidentes vasculares, de la presión arterial, el estrés y la inflamación, con efectos negativos en la función inmunitaria”.
Además, añade, puede repercutir en “un peor estado nutricional (desnutrición y obesidad), una reducción de la actividad física y la capacidad funcional, la aparición de insomnio de conciliación y sueño fragmentado, así como síntomas depresivo, peor rendimiento cognitivo y riesgo de desarrollo de la enfermedad de Alzheimer, entre otras cuestiones”.
CONSEJOS CONTRA LA SOLEDAD
La doctora Fernández propone algunos consejos para mitigar el aislamiento en el colectivo senior y, de este modo, minimizar sus efectos negativos. Así, sugiere “preguntar a la persona que vive sola sobre sus necesidades y posibilitar la cobertura de todas ellas (acceso a alimentos, fármacos, asistencia en actividades de la vida diaria…), así como compartir emociones y preocupaciones sobre la situación actual para minimizar el miedo y la ansiedad por la sobreinformación recibida a través de los medios de comunicación”.
La experta también aboga por “establecer métodos alternativos de comunicación con familiares y amigos, preferiblemente a través de videollamadas siempre que la persona presente capacidad para el manejo de tecnologías, así como adherirse a programas de voluntariado, fomentar la realización de actividad física e, incluso, considerar la adopción de una mascota”, concluye.